La irrigación es una parte clave del éxito del tratamiento del conducto radicular. Tiene varias funciones importantes, que pueden variar según el irrigante utilizado: reduce la fricción entre el instrumento y la dentina, mejora la eficacia de corte de las limas, disuelve el tejido, enfría la lima y el diente, y además tiene un efecto de lavado y un efecto antimicrobiano/antibiopelícula. La irrigación también es la única forma de impactar aquellas áreas de la pared del conducto radicular que no han sido tocadas por instrumentación mecánica. El hipoclorito de sodio es la principal solución de irrigación utilizada para disolver la materia orgánica y eliminar los microbios de manera eficaz. El hipoclorito de sodio de alta concentración (NaOCl) tiene un mejor efecto que las soluciones 1 y 2%. Se necesita ácido etilendiaminotetraacético (EDTA) como enjuague final para eliminar el barrillo dentinario. Se puede utilizar agua estéril o solución salina entre estos dos irrigantes principales, sin embargo, no deben ser las únicas soluciones utilizadas. El conducto radicular apical impone un desafío especial al riego ya que el equilibrio entre seguridad y eficacia es particularmente importante en esta área. Se utilizan diferentes medios de suministro para la irrigación del conducto radicular, desde el suministro tradicional con jeringa y aguja hasta varios sistemas impulsados por máquinas, incluidas bombas automáticas y energía sónica o ultrasónica. [Más en Naturaleza]